
13 de diciembre 2008

El 30 de diciembre apareció una brevísima reseña sobre el libro de poesía circense editado por Estruendomudo y escrito por el difunto Robles Olivos. Esto dice:

La editorial Estruendomudo, que dirige Álvaro Lasso, acaba de publicar Aquí murió el payaso, de Rafael Robles. Se trata del segundo poemario de un autor que muestra ya evidencias de madurez creativa con respecto a su libro debut.
-Nada más-


Por ciclos, la poesía se convierte en un ejercicio de catarsis, a los que equilibran los periodos de clasicismo. Rafael Robles, en su segundo libro, juega a la visceralidad, lo cual no indica que descuide el aspecto formal de sus textos. Pero lo que se respira es su agudo conflicto con el mundo, su deseo de romper el cordón umbilical con sus padres, sus amigos, su medio y ciertas conductas sociales castrantes. Se nota que el autor algo le debe a los poemas de Bukowski, que en su poesía juntaba la ternura con la descripción ríspida de su realidad circundante. Por eso es probable que su lectura atraiga principalmente a los jóvenes.
Por Enrique Cúneo, revista Somos (29 de noviembre del 2008)
Este viernes 28 de noviembre se llevará a cabo una sesión espiritista donde se intentará conversar con el desaparecido payaso Rafael Robles Olivos, para preguntarle (y reclamarle) acerca de su libro y demás acusaciones irresueltas. Escúchalo en el programa 2 por 2, de RADIO SAN BORJA 91.1 FM a las 11y30am. 

Este es el obituario publicado en el diario La República el sábado 22 de noviembre. El encargado de la publicación, según me cuentan, es el crítico Pedro Escribano. Y esto fue lo que dijo:
Diario La República.
El sábado 15 de noviembre se enterró al payaso en el Cementerio Ksa Tomada. Los sepultureros fueron César Gutierrez (novelista, autor de "Bombardero"), el crítico literario Javier Ágreda (responsable de la columna "Jaque Perpétuo" del diario La República), Álvaro Lasso (director de la editorial Estruendomudo), y Rafael Robles Olivos (cadáver bien conservado).
El payaso, sabio él, entiende que la mejor manera de romper el hielo en un velorio es contar un chiste...
un chiste que nadie más que él entiende
Javier Ágreda descubre en el testamento del payaso directas influencias (casi plagios) de Vallejo y Eguren.
César Gutierrez se compadece del difunto y confiesa que lo que ha escrito le parece algo valiente y que la poesía que puede encontrarse en "Aquí murió el payaso" es una poesía auténtica.
(porque César Gutierrez hace juego con su entorno)
Las palabras de aliento continúan. Ambos sepultureros están siendo amables con el texto de un clown muerto.
Por ende, el cadáver de payaso comienza a sospechar que tanto Gutierrez como Ágreda han leído otro libro.
De modo que se ve obligado a aclarar que su libro se llama "Aquí murió el payaso" y no "Las falsas actitudes del agua", dejando en claro que se llama Rafael Robles y no Andrea Cabel.
La decepción en el respetable es evidente.
Robles Olivos, el payaso muerto, se anima a contar un chistecito más a manera de disculpas. Esta vez su sentido del humor sí es valorado (o fue, quizás, una complacencia, un último favor al hombre muerto).
El cadáver, antes de penetrar en su oscuro sepulcro, agradece a todos los que salen en la última página de su libro, repitiendo lo que ya escribió, en una evidente manifestación de improvisación circense.
El dueño del cementerio agradece a todos por su visita, con más palabras de cariño al joven payaso muerto en extrañas circunstancias.
Termina el velorio y la fotógrafa arroja la cámara al piso en un claro intento por llegar primero que todos a la mesa de los bocaditos, obligatorios en toda ceremonia religiosa.
Lo que ella desconoce, sin embargo, es que no alcanzó para comprar nada más que una tumba de papel. Ahí donde murió el payaso mientras la escribía.
Fotos: Ángela Vera Temoche.
(dar click para ampliar)